Relato: Piedras Rojas

Porque nadie dice que no a una historia...

Ahora que el frío parece haberse instalado definitivamente en nuestro país llegó el momento de encender las chimeneas (o de poner la calefacción).

¿Y qué hay mejor para disfrutar junto a fuego que una bonita historia?


Pues ese es mi regalo para vosotros: una historia ambientada en el desierto, para que entréis en calor. Consideradlo un regalo de Navidad adelantado. Y sobre todo, disfrutadlo mucho ;)



- Piedras Rojas -

Bryce Canyon National Park (Utah, USA)

El sol se ocultaba tras los picos de las montañas, cubriendo de sombras los tejados de Piedras Rojas. El pueblo, minúsculo y aislado, debía su nombre a la extraña coloración de los llanos y las montañas que lo rodeaban. Una paleta de ocres, naranjas y rojos brillantes bajo los cielos siempre rasos del desierto.

Lester estaba convencido de que solo las minas de oro, fuente de ocupación exclusiva de sus habitantes, habían evitado que Piedras Rojas compartiera el mismo destino que las otras cinco colonias fundadoras: el olvido.

Un silbido agudo hendió el aire, alborotando a la colonia local de gorriones. Lester frunció el ceño, apresurándose en recoger su macuto. Era el primer aviso.

Aquel penetrante sonido, que se repetía tres veces al ocaso, era la señal con la que se anunciaba a los mineros el fin de su jornada laboral. Nadie podía permanecer en las minas una vez el silbato había sonado. Ni tampoco en las calles. La noche de Piedras Rojas pertenecía por entero a los Mineros Nocturnos. Y nadie en su sano juicio deseaba cruzarse en su camino.

Lester tampoco sentía ningún deseo de encontrarse con ellos. Había oído contar a los ancianos todo tipo de macabras historias acerca de aquellos seres, aunque lo cierto es que nadie les había visto jamás. El único vestigio que tenían de su existencia eran los sacos cargados de oro que aparecían cada mañana frente a las puertas de la casa comunal.

El silbato sonó por segunda vez mientras Lester cruzaba la plaza principal. Su casa se asentaba en uno de los extremos de Piedras Rojas, de modo que era necesario atravesar el pueblo entero para llegar a ella. Las calles desiertas y el silencio lo hicieron avivar el paso. Ya podía ver el sendero que conducía a su humilde cabaña cuando un grito angustiado, seguido por un sonido metálico llamó su atención.
Lester se detuvo. Los gritos venían de la casa comunal, un edificio de tres plantas que servía del almacén a todos los piedrarrojanos y que también era morada de su máxima autoridad: Jefa.
El joven se mordió el labio. Una parte de él deseaba olvidarse de los gritos y correr hacia su casa antes de que el silbato diera paso a los Mineros Nocturnos. Sin embargo, se sentía incapaz de desentenderse de aquella voz, que por algún extraño motivo le resultaba familiar.

¡No, por favor! —los gritos volvieron a resonar por las calles, esta vez con mayor intensidad.

El rostro de Lester perdió tres puntos de color al reconocer a la propietaria de aquella voz angustiada. Mientras el silbato resonaba por tercera y última vez, el joven se deslizaba raudo y silencioso hacia la casa común de Piedras Rojas.

Lester, como todos los djinn, tenía la capacidad de deslizarse sin hacer ruido alguno. No le resultó difícil alcanzar la parte trasera del edificio. Pegó su cuerpo a la pared de madera y aguzó el oído. Amortiguado por la densidad de los tablones, percibió el sonido metálico de hacía unos minutos. ¿Cadenas, tal vez?

Por favor... Sima, tú lo sabes. No he visto nada, lo juro —gimió entre lágrimas la voz que había gritado.

Lester apretó la mandíbula. Ya no había duda de que se trataba de Beatrice, una de las jóvenes que servían a Jefa en la casa comunal.

No te esfuerces —dijo la llamada Sima—. Los brazaletes no son de acero, sino de hierro. Te corroerá la carne antes de que logres liberarte.

Los ojos del djinn se abrieron como platos.

Hierro. Aquel metal, tan escaso como prohibido, resultaba mortal para cualquier criatura que tuviera un ápice de magia corriendo por sus venas. ¿Por qué motivo alguien tan tranquilo como Beatrice había sido encadenado con ese material?

No has visto, pero sabes —sentenció una tercera voz que Lester reconoció de inmediato como la de Jefa.

La sheriff de Piedras Rojas, tal vez por su naturaleza féerica, poseía una de las voces más hermosas que el djinn hubiera escuchado nunca. Ni siquiera el trino de los pájaros podía rivalizar con aquel melodioso repicar de campanillas de cristal que invitaba a quienes lo escuchaban a obedecer sin réplicas a su propietaria.

Lo siento mucho por ti —continuó Jefa—. Pero no hay alternativa: esta noche te unirás a los Mineros Nocturnos. Pero tranquila —añadió—, no sufrirás. Al menos, no demasiado.

Lester pudo oír cómo el llanto de Beatrice se incrementaba a la par que el tintineo de las cadenas subía de intensidad.

¿Qué hacemos con su padre? —quiso saber Sima, ignorando a la prisionera—. El viejo preguntará por ella.

Le diremos la verdad: que los Mineros Nocturnos se la llevaron. No te atormentes por eso, hermanita. No será ni el primero ni el último de nuestros vecinos que acaba sus días con ellos.

Sima rió entre dientes y el djinn sintió cómo un escalofrío le recorría la espalda.




Y hasta aquí de momento. ¿Qué os ha parecido? ¿Os gustaría saber como continúa esta historia? 

Sí, ya sé que este no es exactamente el género en el que suelo moverme (ese que decís algunos que es el Grimdark), pero me apetecía experimentar.

En cualquier caso, si os ha gustado este pequeño bocado y queréis que continúe con la historia, basta con que lo digáis en los comentarios, igual que hicisteis con Sub-Suelo.

¡Nos leemos! ^^

3 comentarios:

  1. ¡Hola, Alister! Ha estado bien. Empieza interesante, y termina interesante. ¿Qué serán los Mineros Nocturnos?, ¿similares a los zombies? Ya veremos.
    Pero me fijo más en las cosas que me chirrían. Perdona ^^
    ¿Es necesario explicar por qué se llama Piedras Rojas? Como se suele decir: "no cuentes, muestra".
    Y corrígeme si me equivoco, pero una parte esencial de la que se compone el acero es el hierro, y en el relato se dice que el hierro es escaso, pero se hace hincapié en que no son de acero (cosa que entiendo como que es lo normal). ¿No sería también raro que los brazaletes normalmente fuesen de acero también, siendo el hierro escaso? Hierro escaso implica acero escaso.

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    1. Hola, fantasma-lector-anónimo!

      La verdad es que has planteado muy buenas cuestiones en tu comentario. Lástima que no podré darles respuesta ahora mismo, porque eso sería cometer un terrible spoiler.

      Espero, sin embargo, que vuelvas a aparecer para comentar la continuación del relato cuando la publique ^^

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