Dar realismo a nuestros personajes


Porque realismo y fantasía no siempre están reñidos.

Escribir no es una tarea sencilla, cualquiera que lo haya intentado al menos una vez en su vida sabe que es así: no basta con sentarse y aporrear el teclado para llenar páginas y páginas de galimatías. Requiere planificación.

Pero no solo hablamos de construcción de mundos, que ya es de por sí un faenón de mil infiernos, sino de los imprescindibles toques de cincel que se requieren para modelar personajes que no parezcan de cartón piedra.

Porque sí, copiar un arquetipo y amoldarlo a nuestras necesidades es muy fácil. Pero esta técnica por sí sola no da lugar a grandes personajes, para eso, hay que humanizarlos.

A continuación te dejo una serie de consejos selectos para convertir a tus personajes en personas de papel y tinta con las que el lector pueda sentirse identificado.



1. El defecto como virtud

Este es un tema que ya se mencionó en anteriores posts, por ejemplo, en el magnífico artículo de David Tourón sobre los innegables beneficios que jugar al rol tiene para los escritores.

"Cuando construyes un personaje para tu novela uno acostumbra a hacerlo con amor y por tanto es muy sencillo limitarse a remarcar sus virtudes. Pero mi experiencia en los juegos de rol me ha hecho ver que realmente son sus defectos los que ayudan a humanizarlo y no debemos olvidarnos de ellos. Es difícil empatizar con la perfección pero es muy sencillo vernos reflejados en los defectos de los demás".

Las palabras del editor de Ronin Literario reflejan perfectamente lo que venía a deciros: para crear personajes humanos, hay que procurar no limar todas sus asperezas, permitiéndoles gozar de los beneficios de unas cuantas taras en el carácter.

Ahora bien, no hay que confundir el otorgar defectos con convertir a nuestros personajes que candidatos a una portada de Darklords. Hay que dejar aristas de carácter, sí, pero no brotes psicóticos (salvo que quieras mejorar a un villano, claro...).


Darklords Julio (Barb Hernández)

Hay que dar a nuestros personajes algún que otro defecto, fallo o impedimento: irascibilidad, indecisión, cobardía, cleptomanía moderada... Lo que  se os ocurra, a fin de cuentas se pueden combinar a gusto del escritor.

Así, por poner un ejemplo, en lugar de un entrañable pero típico mago/mentor, podemos tener a un olvidadizo y cascarrabias viejete cuya vara falle más que el televisor de tu abuela.

Estos pequeños detalles hacen que el lector recuerde de forma mucho más vívida a nuestros personajes tiempo después de haber leído nuestra novela. ¿Es el objetivo, no?



2. "¡Hostia puta!", dijo la dulce y delicada princesa

El lenguaje es otro gran factor de humanización para nuestros personajes. Y a la vez, una tarea muy complicada. Hace ya tiempo hablamos de lo complejo que podía resultar darles voz de forma individual....

Sin embargo, muchas veces esta voz se sacrifica en pro de la corrección lingüística, mutilando así parte del carácter de nuestros personajes, dando lugar a labriegos cuya retórica podría ser envidiada por Cicerón en persona.


"Envidio la retórica de vuestros personajes"

Ahora bien, como dice mi eminente abuela: lo cortés no quita lo valiente, y si bien es positivo dejar que nuestros personajes hablen como les salga del magnísimo coño, tampoco por ello hemos de plagar la novela de barbarismo.

Hay que hallar un término medio entre la vulgaridad y la pedantería, y dentro de ese espectro, permitir al personaje expresarse como convenga según su entorno, educación y circunstancias.

Por eso una delicada princesa, en un momento de furia o estupor, puede llegar a exclamarse con la vulgaridad de un rufián de taberna.



3. Irse a cambiar el agua al canario

No hay nada que aporte mayor naturalidad a un personaje que verlo ocuparse de sus necesidades fisiológicas. Y no me refiero a comer y asearse, actividades que, por cierto, se practican en demasía en muchas novelas.

Los personajes, como humanos que son, deberían defecar y orinar con mayor frecuencia. Eructar, tirarse pedos, menstruar cada luna, vomitar... Esas cosas.


El inodoro. El lugar menos transitado de los mundos de fantasía

Sí, no es lírico no bonito. Y tampoco es necesario que ocurra a cada página, pero tampoco está de más que nuestro personaje, indistintamente de su sexo y condición, se dispense unos momentos para plantar un pino.

Además, tampoco tiene por que ser un acto gratuito. Este momento de breve ausencia puede ser aprovechado por otros personajes para conversar sobre cosas que el "cagante" no debe saber, por ejemplo.

Y por si aún no estáis convencidos, permitidme unos versos populares para que empaticéis con aquello a lo que el ilustre Quevedo ya le dedicó una oda: el ojo posterior y lo que de él se escapa:


"En este mundo de mierda, de cagar nadie se escapa. Caga el pobre, el rico, el arzobispo y el Papa".



Y tras estas bellas palabras, poco me queda por añadir. Solo insistir por enésima vez en este post sobre la necesidad de crear personajes realistas y humanos, no modelos recortables. Salvo que queráis hacer de ellos caricaturas instrascendentes, claro...


¡Nos leemos! ^^

1 comentario:

  1. ¡Hola! Creo que están buenos los dos primeros aunque no creo que sea necesario el último a menods que aporte algo. Cuando hacía los cursos de escritura, mi profesor decía que todo aquello que se de por hecho, se lo omite porque no aporta a la trama. Como alguna interrupción podría ser. Leía una historia donde la protagonista se declaró, estaban a punto de darse su primer beso y ella se tiró un pedo arruinando todo momento, pues, la leche le cae mal (?) y acababa de beber un vaso. Pues, ahí queda hasta cómico, es una interrupcion única, pues, siempre es un tercero, nunca un pedo lo que impide el primer beso (?), pero queda.

    Aún así, hay situaciones en las que no hace falta porque la trama no pisa porue el personaje va a hacer el número dos, se lo puede explotar, sí, pero no es algo sumamente necesario, al menos, no me lo parece, salvo determinadas situaciones, pero serian las menos.

    ¡Un abrazo!

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